EN UN 1 DE OCTUBRE DE 1988… “EL ROBO DEL SIGLO”
Mucho antes de Al Ghandour
Es irónico que
haya publicado este artículo desde un Samsung. La tecnología (y los títulos)
han hecho que los españoles hayamos olvidado nuestros rencores de principios de
siglo hacia todo lo que sonara a coreano. Incluso recuerdo como el periodista
Albert Lesán se jactaba de haber vendido su Hyundai, indignado por nuestra
eliminación del Mundial de Corea y Japón 2002 a manos de la anfitriona del sur.
La prensa lo calificó como el “robo del siglo”, aunque doce años antes se
produjo uno mucho más sangrante. Nos remontamos a los JJ.OO de Seúl 88.
El boxeo era
en ese momento un caladero de medallas para delegación estadounidense, a un
nivel similar al de la natación hoy en día. En los JJ.OO de Los Ángeles, se
colgaron nueve oros sobre un total de doce posibles. Por ello, no resultaba
raro que en la final del peso medio junior, Roy Jones, de 18 años, estuviera en una de las esquinas del ring.
Las suspicacias, incluso antes de que sonara la campana, se centraban en su
oponente surcoreano, Si-Hun Park,
que había ganado sus dos combates previos por decisión del jurado, y en ambos
casos, por tres votos a dos.
La competición
de boxeo había sido un auténtico quebradero de cabeza para el COI. El episodio
más vergonzoso se produjo durante las eliminatorias. La delegación surcoreana
protestó una decisión arbitral que perjudicó a uno de sus púgiles de peso
welter en favor de su rival búlgaro. Se
armó tal escándalo que el árbitro tuvo que huir en un taxi y tomar el primer
vuelo de salida del país. El boxeador surcoreano se quedó sentado en el ring
durante una hora protestando la decisión, en una imagen que nos recuerda a la
de su compatriota Shin a Lam en las pruebas de
esgrima de Londres’12. Los anfitriones amagaron con retirarse de la competición
de boxeo.
Volviendo al
combate que nos ocupa, Jones dominó la final desde el primer asalto. No pudo
noquear a su oponente coreano, que incluso besó la lona en el segundo round y
recibió una cuenta de protección. El entrenador estadounidense insistía a su
púgil en ganar por K.O, quizá viendo lo que podría pasar después. Park
resistió, y al término del combate Jones ya sabía lo que se tramaba al ver la
reacción desaforada del público y de los apoderados surcoreanos. Brazos en
alto, júbilo. Todo ello pese a que Jones conectó casi tres veces más impactos
sobre el cuerpo de su oponente.
Los jueces
dieron vencedor a Park por tres a dos. El padre de Jones sufrió un desmayo al
conocer el veredicto. Casualidades del destino, uno de los jurados era
marroquí, y al ser preguntado por su voto explicó que lo hizo “para que Park no quedara sin ningún voto,
pensando que el resto votaría a Jones”. Años después, en 1997, se supo que
dos de los jurados fueron comprados por un empresario local, y recibieron
sanción a perpetuidad.
A pesar de que
prometió a su padre que no volvería a pelear, Roy Jones volvió a subirse al
ring y se convirtió en el primer peso medio en levantar el cinturón de campeón
del mundo de los pesados. Huelga decir que nada más se supo del tal Sin-Hun
Park. En un rencuentro entre ambos, Jones aceptó las disculpas de Park, si bien
el surcoreano no le ofreció la medalla de oro. Tampoco el COI se la ha devuelto
a pesar de la evidencia de fraude. Sin duda el barón de Coubertain se revolverá
en su tumba.
-----
Y mañana en el blog: bautismo de fuego
No hay comentarios:
Publicar un comentario