EN UN 24 DE OCTUBRE DE 1976 HUNT, CAMPEÓN
DEL MUNDO F-1
Ángeles y demonios
Se dice en la
cultura popular japonesa, que en un día despejado, se puede apreciar la cima
del Monte Fuji desde las afueras de Tokio. Aquel 24 de Octubre de 1976, para
desgracia de Niki Lauda, apenas se podía ver las laderas del imponente volcán
desde el homónimo circuito de Fórmula 1 que yace a sus faldas. Llovía. Japón
era la última cita del campeonato del mundo, una temporada de sobre saltos, y
en el que dos hombres iban a disputarse el campeonato.
A falta de
cinco minutos para comenzar la carrera, el Ferrari de Niki Lauda, líder del
campeonato, con 68 puntos, estaba alineado en segunda fila. A su lado, Lauda realizaba
un ritual que para él se había convertido en una tortura. Se ajustaba la balaclava sobre las heridas de su rostro
desfigurado por las quemaduras. Meses después del accidente, todavía lágrimas de dolor brotaban de sus ojos.
Delante suyo, en primera línea, el McLaren, solitario, de James Hunt, que con
65 puntos era su único rival por la corona mundial. ¿Dónde demonios estaba
Hunt?
Patrick Head,
en aquella época ingeniero de Williams, camina por el box de su equipo,
apremiado pues en cinco minutos comenzaría la vuelta de formación. Al entrar,
se encuentra a Hunt con el mono bajado hasta los tobillos, y su miembro viril
en la boca de una exótica azafata. Al ser descubierto, Hunt, sonríe. Quedan
apenas tres minutos para que arranque la carrera, y el inglés, a carrera limpia
por boxes, llega hasta el McLaren y se sube para iniciar el gran premio de su
vida. Dos maneras diferentes de afrontar la competición y la vida, pero un
campeonato sensacional.
Un circuito,
una curva, marca el desarrollo del campeonato. Bergwerk, Nordschleife. Lauda llegó al G.P de Alemania con 58 puntos, y
un liderato muy sólido. Hunt, venía de ganar en Brands Hatch, y con 35 puntos,
era en ese momento su principal rival. Antes de que el accidente de Lauda
alterara el transcurso del campeonato ya habían saltado chispas entre Ferrari y
McLaren, y colateralmente, entre Lauda y Hunt.
Ferrari alegaba que el bólido de McLaren no se ajustaba a reglamento. En
el circuito de Jarama, tras el G.P de España, se descubrió que el coche de Hunt
excedía la anchura máxima y ello generó un conflicto de despachos que finalmente
se saldó en favor del británico, que mantuvo los puntos. No sucedió lo mismo con
el resultado de Brands Hatch. Con Lauda todavía convaleciente, Hunt fue
desposeído de su victoria, ya que realizó la segunda salida con el muleto
contraviniendo reglamento.
Niki Lauda, como estoy convencido que
ustedes conocen, estuvo al borde de fallecer como consecuencia de las
quemaduras sufridas en el viejo Nürburgring.
En una recuperación milagrosa, volvió a pilotar ante los tifossi,
en Monza, tras tres carreras de ausencia, en las cuales Hunt cosechó dos
victorias y un cuarto puesto. En el autódromo italiano, y más allá del morbo
que generó su regreso apenas un mes después de su accidente, el Lauda piloto
quedó eclipsado. El dolor, y como confesaría más tarde, el miedo, le hicieron
ver que pese a tener una ventaja amplia, la lucha por retener el campeonato iba
a ser más que pírrica. Tras dos carreras fuera de los puntos, en Canadá, penúltima
cita del calendario, Lauda terminó tercero, sumando siete valiosos puntos, y
volviendo a sentirse piloto. “En Canadá no gané el título, pero gané algo
más importante: me convencí que podría volver a pilotar al nivel anterior al
accidente”
La lluvia arreciaba sobre el Monte Fuji. En
la salida, el campeonato parecía decidido. Lauda, que partía cuarto en
parrilla, se quedó totalmente clavado y fue rebasado por casi todo el pelotón.
Las secuelas del accidente en el Nordschleife le había desprovisto de las
pestañas, y dañado los párpados, por lo que el agua cuando rompía el débil
sellado del casco, le entraba directamente en las córneas. Tras una vuelta, decidió que no tenía sentido
seguir en esas condiciones y se quedó esperando a Godot en el muro de Ferrari.
Hunt tenía que terminar en el podio para ser el nuevo campeón del mundo.
La vida de Hunt hace que las andanzas de
personajes como Mario Balotelli, sean meras diabluras de escolares. Se pasó la
semana del gran premio “concentrado” en el hotel Hilton de Tokio. Durante esa
semana cortejó a las azafatas de la British Airways montando orgías en las que
el piloto de McLaren gozaba de sexo en grupo, y en las que tampoco faltaba el
alcohol y el cannabis. Barry Sheene, campeón del mundo de 500cc ese mismo año,
fue su más fiel compañero de farra en esta semana loca que culminó con el vuelo
de regreso a Japón. Los mecánicos de McLaren fueron detenidos en la aduana
cuando intentaron acceder al avión privado con unas cantidades de alcohol
suficientes para montar un cotillón de Nochevieja. Sólo después de que Malboro,
patrocinador personal de Hunt, garantizara que habría barra libre a bordo, Hunt
y Sheene accedieron a embarcarse de regreso.
Pero ganar el título no iba a ser cosa fácil
para Hunt. Los neumáticos fueron un arma de doble filo para los equipos aquella
temporada. Hunt lideraba cómodamente la carrera en Japón, cuando comenzó a
tener problemas de gomas. Teddy Mayer, jefe de equipo de McLaren, decidió
estirar la posible parada temeroso de que pudiera perder la tercera plaza. Este
movimiento de demostró equivocado, pues Hunt sufrió un pinchazo y apenas pudo
entrar en boxes a tres ruedas a cambiar neumáticos. El contratiempo le costó caer hasta la quinta
posición, pero en una fabulosa remontada, cruzó la meta tercero. Lo más
gracioso, es que la única persona que no sabía que era campeón del mundo era el
propio Hunt. Cuando la nube de fotógrafos esperaba al flamante campeón, Hunt se
bajó de su monoplaza hecho un basilisco recriminando a Mayer el error táctico
entre palabras gruesas. Mayer le mostraba tres dedos, indicándole su posición
final. Hubo que esperar a que el inglés se calmara para que pudiera celebrar su
título mundial.
James Hunt murió en 1993, con 44 años, justo
en el momento que parecía que por fin había asentado la cabeza. Nunca más
volvió a ganar un título mundial, aunque tampoco dispuso de un monoplaza para
ello. Vivió, como condujo, al límite, pero casi siempre fue feliz a su manera.
Quien esté libre de pecado, que engrane la primera marcha.
J.J Muruzábal @Mr_Chon
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