EN UN 6 DE OCTUBRE DE 1973… ESPAÑA,
PLATA EN EL EUROBASKET
NO-DO.B.A
Resulta cuando
menos curioso, que a la hora de mencionar los antepasados de nuestra mejor
generación de baloncestistas, la memoria sólo llegue hasta la plata de los
JJ.OO de Los Ángeles. En contadas ocasiones he visto mencionar, por ejemplo, a “los
abuelos” de los Navarro, Gasol y compañía. Me refiero, al equipo que fue
subcampeón europeo en 1935, en Suiza, liderado por Rafael Martín y con Mariano
Manent como técnico. Fue el primer éxito internacional del baloncesto español.
Hoy quisiera recordar más extensamente a “los padres”, el equipo que fue plata
en el Eurobasket de 1973.
La política de
reformas y de apertura al exterior del régimen había propiciado que la
percepción de España en la política internacional fuera mejor. Comenzó a
albergar un mayor número de eventos de relevancia, por ello no resulta tan extraño
que le fuera otorgada la organización del Eurobasket del año 1973. Las sedes
para el evento iban a ser Badalona, y Barcelona.
La responsabilidad
de confeccionar un equipo competitivo para la cita recae en el legendario
Antonio Díaz Miguel, que por aquel entonces llevaba algo más de un lustro en el
cargo. El baloncesto, al igual que otros deportes, vivía a la sombra del
deporte rey, en una situación de semiclandestinidad mayor si cabe a la que se
vive en la actualidad. Pese a ello, Díaz Miguel contaba con buenos mimbres para
confeccionar un equipo de garantías. Esa temporada, el Real Madrid gana la Copa
de Europa, y de allí el seleccionador rescata para su equipo a Rullán, Cabrera,
Vicente Ramos, y dos estadounidenses con pasaporte español: Brabender y Luyk. La Penya, era el otro pulmón del equipo,
aportando otros cuatro jugadores, Buscató, Estrada, Santillana y Margall. El
equipo lo completaban los hermanos Sagi-Vela, de Estudiantes, y el único
representante culé, Manuel Flores.
España ha de
comenzar remando contracorriente en el torneo, pues debuta con derrota ante
Yugoslavia. Tras superar fácilmente a Bulgaria, el partido ante Italia iba a
ser clave, ya que otra derrota implicaría decir adiós a la lucha por las
medallas. Los italianos tenían un buen equipo con la base del Pallacantreso
Varese que era el subcampeón europeo, y a Dino Meneghin como estrella. Los
anfitriones ganaron ese partido, pero cuando tenían medio pase en el bolsillo
estuvieron a punto de echar todo a perder ante Francia, el rival más débil del
grupo. 80-85 sobre la bocina, y cierta ayuda arbitral para seguir adelante.
Tras vencer a Grecia, España se aseguró el pase a semifinales como segunda de
grupo.
En aquel entonces, el peor rival posible en el espectro
europeo era la U.R.S.S. Los soviéticos, venían de ganar el oro olímpico un año
antes en Munich (rompiendo con casi cuarenta años de dominio estadounidense),
con un equipo casi idéntico al que alinearon en el Palacio de los Deportes de
Barcelona para la semifinal ante España. El peligro tenía un nombre: Sergei
Belov, considerado como el mejor jugador no estadounidense de la historia. Aquella
semifinal sigue siendo en opinión de muchos expertos el mejor partido de la
historia del baloncesto español, codo a codo con la final de Pekín 2008. El
público empujó y espoleó al equipo para que creyera en que era posible remontar
los cinco puntos de desventaja al descanso. Los chicos de Díaz Miguel borraron
a los soviéticos en el segundo tiempo, anularon por completo a Belov, y jugaron
a placer para culminar algo que la prensa calificó como “milagro”. Las fotos
que se tomaron tras el toque de bocina, muestran a aficionados invadiendo la
pista, alzando en hombros a los jugadores. Había caído el gigante soviético por
80-76
Desafortunadamente, la final fue una historia bien distinta.
El descaro de la semifinal, se tornó en presión atenazante en la lucha por el
oro. España no encontró jamás opciones
en el partido, y Yugoslavia, que era superior hombre a hombre, trasladó esa superioridad
al parqué y tuvo éxito donde la U.R.S.S había fracaso días antes.
Una historia que nos recuerda, que también en blanco y
negro, sabíamos jugar a esto del ba-lon-ces-to.
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