EN UN 15 DE OCTUBRE DE 1968…. JIM
HINES, PRIMER HOMBRE EN BAJAR DE 10” EN EL 100m
Guante negro calzado en el pie
Todos
recordaremos el día de ayer, como aquel en el que un austriaco llamado Félix
Baumgarter, superó la barrera del sonido en una caída libre desde la estratosfera.
Era un nuevo record del mundo, una nueva muralla que el hombre conseguía
derribar. Cuarenta y cuatro años antes, un atleta afroamericano, Jim Hines, se
convirtió en el primer humano en bajar de diez segundos en uno de los desafíos
más apasionantes del mundo: los cien metros lisos.
Antes de
recordar este hito, es curioso como este récord, así como la irrupción de
Fosbury, quedaron ensombrecidos totalmente por algo que pasaría veinte horas
después de que Hines se colgara el oro en el hectómetro. Me refiero, claro
está, al saludo al poder negro, el “Black Power” que Smith y Carlos realizaron
al mundo con su puño enguantado en cuero negro, sobre el podio de la prueba del
200. Más tarde veremos como este hecho tuvo repercusiones sobre el propio
Hines.
Jim Hines
comenzó jugando a béisbol en su localidad natal, Dumas, en el estado de
Arkansas. Cuando tenía doce años, durante un partido de liga estatal, el
entrenador de la federación estadounidense de atletismo, Jimmy Coleman, cronometró
el tiempo que tardaba el pequeño Hines en ir de base a base. Se quedó tan
impresionado, que sugirió a su familia que le probara en las pruebas de
velocidad. Sus buenos resultados le valieron una beca para estudiar en la universidad
de Oakland.
En la
primavera olímpica del 68, Hines iba camino de cumplir 22 años. El sueño
olímpico era una posibilidad pero para ello debía superar los trials
americanos, que en las pruebas de velocidad supone un reto que a veces es tan
complicado como ganar el oro. En Sacramento, Hines no sólo sella su pasaporte
rumbo a la frontera mexicana, sino que se quedó a una centésima, en tiempo
real, de bajar de los diez segundos, una barrera que en ese momento seguía
siendo insalvable para la humanidad.
La final
olímpica de México fue una de las mayores demostraciones del “Black Power”. Los
nueve finalistas en la prueba reina de la velocidad, eran de raza negra. El favorito
era el estadounidense Mel Penders, que ha sido uno de los mejores velocistas en
tacos de la historia. Hines era consciente que para ganar el oro debía
aguantarle en el primer cincuenta, y así lo hizo. Penders se hundió y Hines galopó
hacia el oro escoltado por el jamaicano Miller y, el tercero de los
estadounidenses, Greene. El tiempo, 9.9 (fue posteriormente corregido a 9.95) lo que suponía mejorar su récord mundial, y
batir el olímpico.
Entre su
victoria, y la final del relevo corto, se interpuso todo el affaire del saludo.
Durante el verano, el equipo había estado entrenando el relevo con los tres
finalistas del cien y Tommie Smith. Sin embargo, Tommie fue expulsado por el
C.O.I por su acto de rebeldía, y el
equipo tuvo que llamar al plusmarquista mundial junior (el primero de la
historia) Ronnie Ray Smith para correr la curva.
La final fue
un desastre para los intereses de EE.UU. Los intercambios fueron lentos, y
cuando Ronnie Ray Smith entregó el testigo a Hines, que corría la última posta,
los estadounidenses estaban en la sexta posición. Probablemente la última posta
de Hines en México’68 haya sido una de las más rápidas de la historia, y en mi
opinión la mejor y la más trascendental de todas. Hines definió aquel
hectómetro como “la mejor carrera de mi vida”. La bala de Arkansas superó
primero a los atletas de las dos Alemanias, y casi en los últimos veinte metros
se colocó justo por delante de Jamaica, Cuba y Francia, para ganar el oro con
récord del mundo incluido.
Hines mantuvo
su récord durante quince años, el reinado más largo desde que existe el sistema
de medición electrónico. Hubo que esperar hasta Seúl’88 para que en la
tristemente célebre final del hectómetro de la descalificación de Ben Johnson,
se superara su récord olímpico.
Desafortunadamente,
Hines no volvió jamás a competir en atletismo. En aquel momento, no podía
ganarse la vida corriendo, por lo que aprovechó la fama generada en su país
para probar suerte en el fútbol americano. Fue elegido en el draft de la NFL
por los Miami Dolphins, pero no tuvo suerte en el mundo del fútbol americano y
apenas jugó veinte partidos con la franquicia del estado del sol.
En la
actualidad, Hines, ya jubilado, disfruta de su tiempo ayudando a los jóvenes atletas
a mejorar sus registros. Quien mejor que el que hombre que demostró que a veces
un 9.9 es el mejor sobresaliente en la vida.
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