lunes, 1 de octubre de 2012

Mucho antes de Al Ghandour 01-10-1988



EN UN 1 DE OCTUBRE DE 1988… “EL ROBO DEL SIGLO”


Mucho antes de Al Ghandour


Es irónico que haya publicado este artículo desde un Samsung. La tecnología (y los títulos) han hecho que los españoles hayamos olvidado nuestros rencores de principios de siglo hacia todo lo que sonara a coreano. Incluso recuerdo como el periodista Albert Lesán se jactaba de haber vendido su Hyundai, indignado por nuestra eliminación del Mundial de Corea y Japón 2002 a manos de la anfitriona del sur. La prensa lo calificó como el “robo del siglo”, aunque doce años antes se produjo uno mucho más sangrante. Nos remontamos a los JJ.OO de Seúl 88.


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El boxeo era en ese momento un caladero de medallas para delegación estadounidense, a un nivel similar al de la natación hoy en día. En los JJ.OO de Los Ángeles, se colgaron nueve oros sobre un total de doce posibles. Por ello, no resultaba raro que en la final del peso medio junior, Roy Jones, de 18 años, estuviera en una de las esquinas del ring. Las suspicacias, incluso antes de que sonara la campana, se centraban en su oponente surcoreano, Si-Hun Park, que había ganado sus dos combates previos por decisión del jurado, y en ambos casos, por tres votos a dos.

La competición de boxeo había sido un auténtico quebradero de cabeza para el COI. El episodio más vergonzoso se produjo durante las eliminatorias. La delegación surcoreana protestó una decisión arbitral que perjudicó a uno de sus púgiles de peso welter en favor de su rival búlgaro.  Se armó tal escándalo que el árbitro tuvo que huir en un taxi y tomar el primer vuelo de salida del país. El boxeador surcoreano se quedó sentado en el ring durante una hora protestando la decisión, en una imagen que nos recuerda a la de su compatriota Shin a Lam en las pruebas de esgrima de Londres’12. Los anfitriones amagaron con retirarse de la competición de boxeo.



Volviendo al combate que nos ocupa, Jones dominó la final desde el primer asalto. No pudo noquear a su oponente coreano, que incluso besó la lona en el segundo round y recibió una cuenta de protección. El entrenador estadounidense insistía a su púgil en ganar por K.O, quizá viendo lo que podría pasar después. Park resistió, y al término del combate Jones ya sabía lo que se tramaba al ver la reacción desaforada del público y de los apoderados surcoreanos. Brazos en alto, júbilo. Todo ello pese a que Jones conectó casi tres veces más impactos sobre el cuerpo de su oponente. 

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Los jueces dieron vencedor a Park por tres a dos. El padre de Jones sufrió un desmayo al conocer el veredicto. Casualidades del destino, uno de los jurados era marroquí, y al ser preguntado por su voto explicó que lo hizo “para que Park no quedara sin ningún voto, pensando que el resto votaría a Jones”. Años después, en 1997, se supo que dos de los jurados fueron comprados por un empresario local, y recibieron sanción a perpetuidad. 

A pesar de que prometió a su padre que no volvería a pelear, Roy Jones volvió a subirse al ring y se convirtió en el primer peso medio en levantar el cinturón de campeón del mundo de los pesados. Huelga decir que nada más se supo del tal Sin-Hun Park. En un rencuentro entre ambos, Jones aceptó las disculpas de Park, si bien el surcoreano no le ofreció la medalla de oro. Tampoco el COI se la ha devuelto a pesar de la evidencia de fraude. Sin duda el barón de Coubertain se revolverá en su tumba.

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Y mañana en el blog: bautismo de fuego

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