martes, 2 de octubre de 2012

España debuta en una RWC - 02-10-1999



EN UN 2 DE OCTUBRE DE 1999…  ESPAÑA DEBUTA EN UNA COPA DEL MUNDO DE RUGBY


Cuando los leones, eran los cristianos


¿Qué nos queda por ver? Esa pregunta lanzaba al aire cuando me abracé emocionado a mi amigo Ismael una vez que España barrió a Italia en la final de la pasada Eurocopa de fútbol. Como muchos de ustedes, nos sentíamos privilegiados por haber visto al deporte español pasar de gatear por el pasillo, a encajarse el birrete de licenciado. Nuestra mirada se posó sobre un balón de rugby que presidía el local. “Valdría por dos vidas poder llegar a presenciar ese momento”, dije. 



 http://enciclopediadealmeria.wikispaces.com/file/view/espana-rugby.jpg/105004971/464x321/espana-rugby.jpgEl rugby es más que un deporte, y lo prueba el hecho de que el debut del quince del león en una fase final mundialista fuera en una localidad que no saldría ni en los sistemas de navegación de hoy en día, ni tan siquiera en los de Android. Galashiels, una villa de diez mil habitantes en pleno corazón de las highlands escocesas, iba a ser premiada con un partido de este nivel. El campo no tenía mucho más aforo que el de Pepe Rojo, pero el partido era considerado el más flojo de todo el torneo. Porque en el rugby, la liturgia siempre antecede al glamour.




No era Twickenham, ni mucho menos, pero a esa selección le dio exactamente igual. Era su oportunidad, una oportunidad ganada un año antes, en Elche, cuando derrotaron en un partido antológico a Portugal. Aquel equipo entrenado por Alfonso Feijoo, era un equipo liderado por un jugador nacionalizado, el célebre media apertura ruso Kovalenco, pero con gente de casa curtida en campos de tierra. Hombres antes que nombres. En la delantera, el talonador Diego Zarzosa, que a raíz de este debut mundialista llegó a ser el primer español en jugar en una gira con los Barbarians. 





Kovalenco hizo el saque inicial, y el balón cayó dentro de la 22 uruguaya muy cerca de la línea de touche. Los “gordos” uruguayos conceden un golpe, y Kovalenco no falla a palos. España fue la debutante en una fase final que antes consiguió anotar en toda la historia de la Copa del Mundo. Un récord que todavía perdura. Estadísticas al margen, el partido fue una clase magistral del “otro rugby”. Sin grandes estrellas en ambos bandos, sin capacidad de jugar a la mano, España cambió el tan cacareado “rugby champagne” por una dosis de “rugby brandy”. Empujando en cada melé como si fuera la de la victoria, tirándose a por todas en los ruck…

Al descanso, los héroes españoles caían por 6-10, toda vez que “los Teros” consiguieron un ensayo en el ecuador del primer acto. El pie de Kovalenco nos metió de lleno en el partido, y el minuto cincuenta volteaba el marcador, poniendo el 12-10 (¿En el luminoso?) Uruguay reaccionó haciendo buena esa máxima de que en rugby la delantera gana los partidos, y la tres cuartos decide por cuánto. A falta de quince minutos, y con 15-17 en el marcador, no hay lugar para teorías. España creía en la victoria, y jugó a lo que podía en ese momento: embotellar a Uruguay y buscar el golpe, el gran golpe. 





El golpe nos lo dio Uruguay. Con dos ensayos al final, uno de ellos casi en el tiempo de prolongación, el 15-27 era un resultado engañoso viendo el desarrollo del encuentro. A este partido le siguió el mejor partido de la historia del oval Español, el 3-47 ante los Books, la Sudáfrica heredera de Invictus, en un partido en el que España hizo una demostración de tesón que no es justamente plasmada en el resultado. La despedida, en el templo del oval escocés Murrayfield, fue un regalo pese a la debacle (48-0).

Al principio les dije que era un afortunado, y entre esa fortuna incluyo ver a quince hombres embestir a los gigantes, sin complejos, sin mirar su origen, jugando cada balón sin mirar el marcador. Ayer abracé a mi amigo, pero los dos queremos seguir abrazados a una quimera.


Y mañana en el blog: entra en la leyenda…

1 comentario:

  1. Completo la información con otro hecho que sucedió ese mismo día. Inglaterra jugó ante Italia en Twickenham, y Wilikson, con sólo 20 años anotó 32 puntos: cinco golpes a palos, seis transformaciones y un ensayo.

    Había nacido una estrella.

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