domingo, 30 de septiembre de 2012

Adiós a Lancia 30-09-1992



EN UN 30 DE SEPTIEMBRE DE 1992... LANCIA DEJA LOS RALLYES


El motor del rally se caló para siempre


Resulta difícil imaginar que en una nación como Italia donde Ferrari es una religión monoteísta hubo un tiempo donde muchos tifossi no sabía si querían más a mamá o a papá. La larga travesía por el desierto de la casa de Maranello durante la década de los ochenta, contrastó con el maná que la apasionada hinchada italiana encontró en la tierra y el barro. Lancia fue sinónimo de orgullo nacional gracias a sus resultados en el campeonato del mundo de rallyes, convirtiéndose en veinte años, en la mejor marca de todos los tiempos.





Lancia se inició en los rallyes a finales de los sesenta. El grupo Fiat vio en el rally un mercado inhóspito y en crecimiento donde podía echar raíces sin los recursos técnicos que requería la Fórmula 1. El primer éxito de la casa de Turín en su nueva aventura llegó de la mano del modelo Fulvia, en el campeonato que sería predecesor del WRC actual, el campeonato mundial de marcas de rally. Lancia ganó cuatro eventos, entre ellos el célebre Rally de Montecarlo con Sandro Munari, indiscutible alma mater de la Escudería en sus inicios.

Al Fulvia le sucedió el considerado por muchos icono indiscutible del mundo del rally. El equipo técnico que encabezaba Cesare Fiorio consiguió llevar al polvo el Stratos, una joya de la automoción salida del lápiz de Bertone, y que podría considerarse el primer prototipo de rallyes y, en cierto modo, un ancestro de los Grupo B que dominarían los ochenta. El binomio Stratos-Munari fue invencible, y se alzó con tres títulos de marcas consecutivos, más una copa de pilotos. La era del Stratos llegó a su fin con el cambio de década, al centrar la casa Fiat los esfuerzos en el 131 Abarth.


 

La reglamentación del grupo B espoleó a Lancia para desarrollar un prototipo en 1982, el 037. Bajo este hollywoodiense nombre se escondía una máquina que dominó el campeonato del 83. Lancia volvió a reinar en el mundial de marcas, pero se le escapó el de pilotos (bajo el formato actual) que retuvo Mikkola, con Audi, en parte por los problemas de fiabilidad del 037.

En medio de una era de rosas: Córcega, rally maldito. En 1985, al volante de un 037, Attilio Bettega perdió el control y se empotró contra un árbol, falleciendo en el acto. Un año después, en la misma prueba, la promesa finlandesa Henri Toivonen, y su copiloto Sergio Cresto, perdieron la vida en uno de los peores accidentes de la historia del motoracing. Su Lancia Delta S4 se despeñó por un barranco y se incendió quemando en vida a ambos ocupantes. 

 Toivonen Accidente


El horrible accidente de Toivonen supuso la prohibición de los Grupo B a partir de 1987. Lancia todavía tendría tiempo de producir el que sería el coche de los records, el Delta Grupo A. Este modelo cosechó 41 victorias, y ganó cinco títulos mundiales de pilotos, y seis consecutivos de constructores. Fue el vehículo que consagró a una marca y que encumbró a Miki Biasion, y a la leyenda Juha Kankhunnen, quien lo considera el mejor coche de rallyes jamás construido.

La retirada de Lancia se hizo efectiva a finales de 1993, ya que el equipo Jolly Club tomó los recursos técnicos de Lancia durante ese año (algo similar a Kronos y Citröen en 2006). Pese a contar en sus filas con el vigente campeón del mundo, Carlos Sainz, el Delta Integrale no pudo ganar ninguna carrera en el 93, y puso un triste epitafio a una de las mejores escuderías de la historia de la automoción




Y mañana en el blog: cuando el noble arte, deja de serlo.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Sainete en Zaragoza 29-09-1996



EN UN 29 DE SEPTIEMBRE DE… 1996   SAINETE EN LA ROMAREDA


Del Rafa Guerrero, al guerrero llamado Rafa


Una generación entera de niños ha crecido al calor de la era dorada de nuestro deporte, un período de gloria cuyo grito de guerra es el “Vamos Rafa”. Otros, en cambio, crecieron en otro momento muy diferente, en el de “a casa en cuartos” y en la que el grito se guerra en los patios de los colegios era el “Rafa, no me jodas”. Aquel diálogo entre un árbitro y su asistente, se convirtió en uno de los iconos del costumbrismo de  mediados de los noventa en España.

Era la quinta jornada de la temporada 1996-97. El Barcelona de Bobby Robson visitaba La Romareda, sabedor de que una victoria le auparía al liderato después de que el Betis cayera derrotado en casa ante el Deportivo. Antes de llegar a la célebre jugada se habían jugado 72 minutos de partido. El Real Zaragoza reunía sobre el césped a algunos héroes de la Recopa del 94 como Higuera, Poyet, Aguado o Solana, sumado a una generación de jugadores de remplazo donde los argentinos Kily González y Gustavo López eran los referentes indiscutibles. Los locales mandaban cómodamente por 3-1, después de que Gustavo López hiciera un doblete en el segundo tiempo, haciendo inútil la respuesta de Luis Figo al tempranero gol de Poyet.

 

La jugada es archiconocida. El blaugrana Couto da una patada al capitán maño, Aguado tras el saque de un córner de una manera sutil. Solana que presenció la agresión en primera fila, responde corporativamente de forma aparatosa, propinando un manotazo a Couto que vio todo el estadio ¿Todo? No, Mejuto González no pudo o no quiso verlo, dando lugar al famoso sainete. 

La filmación tiene un valor dramático impagable: la cara amedrentada del línea, la reacción desaforada del trencilla, la presión de los capitanes, el acento charrúa quejumbroso de Poyet. Mejuto González, afronta la secuencia con aplomo, con torería, ante un tendido que pedía sus dos orejas. La procesión va por dentro. Incluso hubo tiempo para una discusión de reglamento entre la pareja arbitral. La decisión fue meter todo al seis, rojo, par, falta, penalti... expulsión.

Solana agitaba sus brazos y alzaba la mirada al cielo en busca de consuelo divino, porque justicia no hubo sobre el césped. Popescu no falló desde los once metros, y el Barcelona remontó el partido ante diez hombres, con tantos de Luis Enrique, y Ronaldo Nazario dejando el marcador final en 3-5.

Aquel partido sirvió no sólo para crear una clásica muletilla, sino para asistir al albor de una estrella, Rafa Guerrero. Aquel asistente supo rentabilizar aquel error hasta el punto de protagonizar campañas publicitarias. Una historia tan cañí que sólo podría darse en España.





viernes, 28 de septiembre de 2012

Una noche de lo más marchoso - María Vasco 28-09-2000



EN UN 28 DE SEPTIEMBRE DE… 2000   MARÍA VASCO, BRONCE EN LOS 20 KM MARCHA


Una noche de lo más marchoso 


J.J Muruzábal (@Mr_Chon)


No hace muchas fechas, tocaba hacer balance de la actuación de España en los JJ.OO de Londres. Por primera vez desde el punto de inflexión de Barcelona’92, la contribución del deporte femenino a nuestro medallero era superior a la de los hombres no sólo cuantitativamente, sino también cualitativamente. Mientras ese cambio se producía, María Vasco marchaba con impecable estilo por el Mall londinense alejada de los focos. A sus 36 años, disfrutaba de sus quintos juegos olímpicos, los que serían sus últimos, sabedora de que, en cierto modo, ella fue una de las Federica Montesny de nuestro deporte. Sídney quedaba lejos, pero aquella madrugada mágica, aquel bronce inesperado, siempre perdurará en nuestras retinas.

Los 20 Km marcha de “los juegos del milenio” fueron un melodrama. María, cuyo mejor resultado hasta la fecha era un quinto puesto en los europeos de Budapest, comenzó la carrera lejos del grupo cabecero. Nada hacía presagiar que pasaría a la historia de nuestro atletismo. Los jueces comenzaron a adoptar una actitud severa, que, personalmente, echo en falta hoy en día. Varias marchadoras que se encontraban por delante comenzaron a ser descalificadas, entre ellas, la china Liu, campeona mundial, o la italiana Perrone, que en un arrebato de rebeldía, no aceptó su descalificación y siguió marchando después de la decisión de los jueces.

http://lh6.ggpht.com/-iXvPGgKOffE/SQmV84lt93I/AAAAAAAAAH4/YtAtMm5Vpzw/maria%252520vasco%25252028%25252009%2525202000%252520olimpiadas%252520de%252520sidney%252520australia%252520tercera%25252020%252520km%252520marcha.jpg En los últimos cinco kilómetros, las posiciones parecían estables. El carrusel de eliminaciones había dejado a Vasco cuarta, tras Saville, Huang y Plaetzer, pero sin opciones de medalla. Había una remota carambola, ya que la australiana Saville lideraba la carrera con dos amonestaciones. Pasado el último kilómetro, todo hacía presagiar que nos volveríamos del cono sur con una tableta de chocolate. Sin embargo, quedaba pendiente uno de los momentos más impactantes que he visto en los JJ.OO. En la curva que daba entrada al estadio, Jane Saville sentía en sus propios pies el retumbar de un estadio que la aguardaba para la vuelta de honor. Justo antes de abordar el giro, lo que parecía una marcha nupcial con el oro, se convirtió en marcha fúnebre; un juez vestido de blanco le muestra la cartulina roja más dura de la historia. Saville sufría una descalificación si cabe más dolorosa que la que recibió Valentín Massana en Montjuic.

El dramático desenlace dejaba a Vasco en el último escalón del podio, pero ella no lo sabía. Un cámara de televisión motorizado le dijo que iba tercera, pero no le creyó. Al entrar en el estadio, en el mismo túnel, los médicos apostados en las vallas agitaban sus brazos mostrándola tres dedos. Entonces, María comenzó a mirar para atrás y vio que la medalla era suya. Su sonrisa radiante en la última vuelta fue el broche de bronce a una velada de atletismo inolvidable. Fue la primera medalla del atletismo femenino español, y el momento cumbre de una atleta que costará años poder remplazar en nuestro deporte.