EN UN 29 DE SEPTIEMBRE DE… 1996 SAINETE EN LA ROMAREDA
Del Rafa Guerrero, al guerrero llamado Rafa
Una generación
entera de niños ha crecido al calor de la era dorada de nuestro deporte, un
período de gloria cuyo grito de guerra es el “Vamos Rafa”. Otros, en cambio,
crecieron en otro momento muy diferente, en el de “a casa en cuartos” y en la
que el grito se guerra en los patios de los colegios era el “Rafa, no me
jodas”. Aquel diálogo entre un árbitro y su asistente, se convirtió en uno de
los iconos del costumbrismo de mediados
de los noventa en España.
Era la quinta
jornada de la temporada 1996-97. El Barcelona de Bobby Robson visitaba La
Romareda, sabedor de que una victoria le auparía al liderato después de que el
Betis cayera derrotado en casa ante el Deportivo. Antes de llegar a la célebre
jugada se habían jugado 72 minutos de partido. El Real Zaragoza reunía sobre el
césped a algunos héroes de la Recopa del 94 como Higuera, Poyet, Aguado o
Solana, sumado a una generación de jugadores de remplazo donde los argentinos
Kily González y Gustavo López eran los referentes indiscutibles. Los locales
mandaban cómodamente por 3-1, después de que Gustavo López hiciera un doblete
en el segundo tiempo, haciendo inútil la respuesta de Luis Figo al tempranero
gol de Poyet.
La jugada es
archiconocida. El blaugrana Couto da una patada al capitán maño, Aguado tras el
saque de un córner de una manera sutil. Solana que presenció la agresión en
primera fila, responde corporativamente de forma aparatosa, propinando un
manotazo a Couto que vio todo el estadio ¿Todo? No, Mejuto González no pudo o
no quiso verlo, dando lugar al famoso sainete.
La filmación
tiene un valor dramático impagable: la cara amedrentada del línea, la reacción
desaforada del trencilla, la presión de los capitanes, el acento charrúa quejumbroso
de Poyet. Mejuto González, afronta la secuencia con aplomo, con torería, ante
un tendido que pedía sus dos orejas. La procesión va por dentro. Incluso hubo
tiempo para una discusión de reglamento entre la pareja arbitral. La decisión
fue meter todo al seis, rojo, par, falta, penalti... expulsión.
Solana agitaba
sus brazos y alzaba la mirada al cielo en busca de consuelo divino, porque
justicia no hubo sobre el césped. Popescu no falló desde los once metros, y el
Barcelona remontó el partido ante diez hombres, con tantos de Luis Enrique, y
Ronaldo Nazario dejando el marcador final en 3-5.
Aquel partido
sirvió no sólo para crear una clásica muletilla, sino para asistir al albor de
una estrella, Rafa Guerrero. Aquel asistente supo rentabilizar aquel error
hasta el punto de protagonizar campañas publicitarias. Una historia tan cañí
que sólo podría darse en España.
Con el penalti y expulsión acertó, el fallo fue equivocarse de jugador.
ResponderEliminarEs curioso Juan, como acierta con el penalty y expulsión, y nadie lo recuerda, y nunca jamás dice "Rafa no me jodas", dice "Vaya Joer, Rafa".
ResponderEliminarYo que siempre he defendido aplicar al fútbol un sistema de vídeo-referee similar al del rugby, momentos como estos y la carnaza que de ello pueden hacer "Los Manolos" me hace ver que estaba equivocado.
Un saludo, y gracias por comentar.