EN UN 28 DE SEPTIEMBRE DE… 2000 MARÍA VASCO, BRONCE EN LOS 20
KM MARCHA
Una noche de lo más marchoso
J.J Muruzábal (@Mr_Chon)
No hace muchas
fechas, tocaba hacer balance de la actuación de España en los JJ.OO de Londres.
Por primera vez desde el punto de inflexión de Barcelona’92, la contribución
del deporte femenino a nuestro medallero era superior a la de los hombres no
sólo cuantitativamente, sino también cualitativamente. Mientras ese cambio se
producía, María Vasco marchaba con impecable estilo por el Mall londinense
alejada de los focos. A sus 36 años, disfrutaba de sus quintos juegos
olímpicos, los que serían sus últimos, sabedora de que, en cierto modo, ella
fue una de las Federica Montesny de nuestro deporte. Sídney quedaba lejos, pero
aquella madrugada mágica, aquel bronce inesperado, siempre perdurará en
nuestras retinas.
Los 20 Km
marcha de “los juegos del milenio” fueron un melodrama. María, cuyo mejor
resultado hasta la fecha era un quinto puesto en los europeos de Budapest,
comenzó la carrera lejos del grupo cabecero. Nada hacía presagiar que pasaría a
la historia de nuestro atletismo. Los jueces comenzaron a adoptar una actitud
severa, que, personalmente, echo en falta hoy en día. Varias marchadoras que se
encontraban por delante comenzaron a ser descalificadas, entre ellas, la china
Liu, campeona mundial, o la italiana Perrone, que en un arrebato de rebeldía,
no aceptó su descalificación y siguió marchando después de la decisión de los
jueces.
En los últimos
cinco kilómetros, las posiciones parecían estables. El carrusel de
eliminaciones había dejado a Vasco cuarta, tras Saville, Huang y Plaetzer, pero
sin opciones de medalla. Había una remota carambola, ya que la australiana
Saville lideraba la carrera con dos amonestaciones. Pasado el último kilómetro,
todo hacía presagiar que nos volveríamos del cono sur con una tableta de
chocolate. Sin embargo, quedaba pendiente uno de los momentos más impactantes
que he visto en los JJ.OO. En la curva que daba entrada al estadio, Jane
Saville sentía en sus propios pies el retumbar de un estadio que la aguardaba
para la vuelta de honor. Justo antes de abordar el giro, lo que parecía una
marcha nupcial con el oro, se convirtió en marcha fúnebre; un juez vestido de
blanco le muestra la cartulina roja más dura de la historia. Saville sufría una
descalificación si cabe más dolorosa que la que recibió Valentín Massana en
Montjuic.
El dramático
desenlace dejaba a Vasco en el último escalón del podio, pero ella no lo sabía.
Un cámara de televisión motorizado le dijo que iba tercera, pero no le creyó.
Al entrar en el estadio, en el mismo túnel, los médicos apostados en las vallas
agitaban sus brazos mostrándola tres dedos. Entonces, María comenzó a mirar
para atrás y vio que la medalla era suya. Su sonrisa radiante en la última
vuelta fue el broche de bronce a una velada de atletismo inolvidable. Fue la
primera medalla del atletismo femenino español, y el momento cumbre de una
atleta que costará años poder remplazar en nuestro deporte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario